Hugo
Orlando Gatti, nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires, Argentina, un 19 de
agosto de 1944, es peculiar por interesante, lleno de aventuras,
irreverencias y anécdotas. Jugó en Atlanta, River, Boca, Unión, Gimnasia de
la Plata y ostenta el récord argentino de más penaltis parados (26).
Pero la
riqueza del loco no está en sus números, sino en sus características
y visión de la vida. Como portero era un avanzado: siempre anticipaba
la jugada asumiendo riesgos necesarios para adelantarse al atacante y
abortar el riesgo. Su juego con los pies era deslumbrante y es
exactamente lo que hoy se busca en un portero moderno, con la salvedad de que
si jugara ahora, sería el número uno indiscutido.
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El Loco
Gatti es un personaje plagado de anécdotas. Uno de sus hijos se llama Cassius
Clay en honor a Mohamed Alí. Una vez le lanzaron
una escoba desde la tribuna rival y lejos de escandalizarse, comenzó a
barrer los papelitos que había en su área. Lo mismo ocurrió con una fruta
que, ni lerdo ni perezoso, se la comió riéndose de la hinchada rival.
En otra
ocasión, jugando para Unión y en un clásico ante el equipo más grande de la
ciudad, Colón de Santa Fe, Caballo Loco Coscia le
marcó un gol con un remate bestial: Gatti se quedó haciendo la estatua y al
acabar el partido, Juan Carlos Lorenzo, le increpó: ¿Loco, pero
qué mierda hiciste, por qué no te tiraste? Porque los
goles lindos, hay que mirarlos, maestro, le respondió Gatti ante el asombro generalizado
después de un clásico perdido.
Una más:
previa de un Boca-Argentinos Juniors, cuando Maradona jugaba para
los Bichos Colorados: en la previa, Gatti lanzó: ese gordito
no me mete un gol en la puta vida. Llegó el
duelo en la cancha de Vélez y ese gordito no le metió un gol,
sino cuatro. El Loco había asumido un riesgo innecesario pero en
lugar de soportar la broma general dijo: lo hice para motivarlo.
Hoy
empezamos con un personaje muy conocido en España por su afinidad
incondicional con Florentino Pérez, José Mourinho y las tertulias que
los defienden. Pero el Loco Gatti tuvo un pasado de leyenda y
revolucionario. Te lo contamos.
Por lvar Matusevich:
Decir que es el mejor arquero de la historia es exagerado pero asegurar que es el segundo, por detrás de otro argentino, Amadeo Carrizo, ya no extraña a los verdaderos conocedores de la historia universal del fútbol.
Pero vayamos por partes. ¿Cómo podemos entender la historia y definir a los mejores? Es simple: la trascendencia de los tiempos, la creación de un estilo-escuela y ofrecer al fútbol lo que éste no requirió en el puesto hasta medio siglo después, los convierte en revolucionarios, adelantados a su tiempo y los coloca en la cúspide de cualquier estudio serio y contrastado.
El caso de Hugo Orlando Gatti, nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires, Argentina, un 19 de agosto de 1944, es peculiar por interesante, lleno de aventuras, irreverencias y anécdotas. Jugó en Atlanta, River, Boca, Unión, Gimnasia de la Plata y ostenta el récord argentino de más penales parados -26 como el rey de la otra escuela, Ubaldo Matildo Fillol- y el de más partidos disputados en Primera -765-.
Defensor a ultranza de César Luis Menotti, se reconvirtió al mourinhismo porque parece ser condición sine qua non para el vodevil actual y porque toca en el medio en el que se mueve. Sin embargo, ha sido el más fanático defensor del toque, el espectáculo, el riesgo asumido y la belleza estética en el juego –si desmiente esto, chaleco de fuerza-. Así pues, os aseguramos, que todo lo que opina de Mourinho y su Real Madrid lo hace, quizás, desde el agradecimiento. Y no nos importa porque en lo suyo fue genial.
En otra ocasión, jugando para Unión y en un clásico ante el equipo más grande de la ciudad, Colón de Santa Fe, Caballo Loco Coscia le marcó un gol con un remate bestial y al ángulo de esos que acostumbraba –parecidos a los de Cristiano, pero con una pelota, la Pintier, que pesaba 5 kilos, exagerando-: Gatti se quedó haciendo la estatua y al acabar el duelo, Juan Carlos Lorenzo, le increpó:
“¿Loco, pero qué mierda hiciste, por qué no te tiraste?”.
“Porque los goles lindos, hay que mirarlos, maestro”, le respondió Gatti ante el asombro generalizado después de un clásico perdido.
Una más: previa de un Boca-Argentinos Juniors, cuando Maradona jugaba para los Bichos Colorados: en la previa, Gatti lanzó: “ese gordito no me mete un gol en la puta vida”.
Además de un millón de anécdotas que cito por transmisión oral –información genética que le llamaba Menotti-, Gatti fue en Argentina el primero en usar publicidad en su camiseta–Jet- rosa y apretada al cuerpo, melena recogida con vincha y medias caídas, además de una bermuda apretada marcando culo. Todo esto hace cuatro décadas.
Pero más allá de las formas, conceptualmente era un fenómeno sin comparaciones porque partía del estilo Amadeo pero lo transformó estéticamente –para los puristas no hay nadie mejor que Carrizo-.
Hugo Gatti pudo jugar el Mundial 78’, era el titular por encima de Fillol –una bestia bajo palos- y Chocolate Baley –otro crack- pero una operación de rodilla fotografiada entonces por El Gráfico y algo de miedo, se rumorea, le hicieron bajarse de la gran cita.
Unos años antes había sido la figura albiceleste en un triunfo sobre la URSS bajo la nieve: con chándal ceñido y gorro de lana paró todo lo que pudo parar y más.
Genio y figura del fútbol-arte, de la estética y de la más orgullosa y omnipresente escuela argentina, aunque hoy quiera hacerse otra cosa. Recordémoslo con cariño y admiración porque fue un número 1.
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Por lvar Matusevich:
Decir que es el mejor arquero de la historia es exagerado pero asegurar que es el segundo, por detrás de otro argentino, Amadeo Carrizo, ya no extraña a los verdaderos conocedores de la historia universal del fútbol.
Pero vayamos por partes. ¿Cómo podemos entender la historia y definir a los mejores? Es simple: la trascendencia de los tiempos, la creación de un estilo-escuela y ofrecer al fútbol lo que éste no requirió en el puesto hasta medio siglo después, los convierte en revolucionarios, adelantados a su tiempo y los coloca en la cúspide de cualquier estudio serio y contrastado.
El caso de Hugo Orlando Gatti, nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires, Argentina, un 19 de agosto de 1944, es peculiar por interesante, lleno de aventuras, irreverencias y anécdotas. Jugó en Atlanta, River, Boca, Unión, Gimnasia de la Plata y ostenta el récord argentino de más penales parados -26 como el rey de la otra escuela, Ubaldo Matildo Fillol- y el de más partidos disputados en Primera -765-.
Atractivo y ganador, siempre será recordado así a pesar de sus tertulias.
Pero la riqueza del Loco no está en sus números, sino en sus características y visión de la vida, hoy cambiada en España por quién sabe qué necesidades –el miedo es libre, ¿verdad?-. Como arquero era un avanzado: siempre anticipaba la jugada asumiendo riesgos necesarios para adelantarse al atacante y abortar el riesgo. Su juego con los pies era deslumbrante y es exactamente lo que hoy se busca en un arquero moderno, con la salvedad de que si Hugo jugara ahora, sería el número uno indiscutido. Tuvo muchos imitadores, Higuita por ejemplo, pero nadie como él. Y estando en Boca, una vez jugó de 9 contra Platense, pero no marcó. A pesar de ellos, el moderno no es Chilavert por goleador y bocazas, sino Gatti por crack y bocazas.Defensor a ultranza de César Luis Menotti, se reconvirtió al mourinhismo porque parece ser condición sine qua non para el vodevil actual y porque toca en el medio en el que se mueve. Sin embargo, ha sido el más fanático defensor del toque, el espectáculo, el riesgo asumido y la belleza estética en el juego –si desmiente esto, chaleco de fuerza-. Así pues, os aseguramos, que todo lo que opina de Mourinho y su Real Madrid lo hace, quizás, desde el agradecimiento. Y no nos importa porque en lo suyo fue genial.
Es el inventor de “la de Dios”: tapar de rodillas la entrada del rival.
El Loco Gatti es un personaje plagado de anécdotas –uno de sus hijos se llama Cassius Clay en honor a Mohamed Alí-. A bote pronto y de memoria, con el consiguiente margen de error, podemos recordar que una vez le lanzaron una escoba desde la tribuna rival y lejos de escandalizarse, comenzó a barrer los papelitos que había en su área. Lo mismo ocurrió con una fruta que, ni lerdo ni perezoso, se la comió riéndose de la hinchada rival.En otra ocasión, jugando para Unión y en un clásico ante el equipo más grande de la ciudad, Colón de Santa Fe, Caballo Loco Coscia le marcó un gol con un remate bestial y al ángulo de esos que acostumbraba –parecidos a los de Cristiano, pero con una pelota, la Pintier, que pesaba 5 kilos, exagerando-: Gatti se quedó haciendo la estatua y al acabar el duelo, Juan Carlos Lorenzo, le increpó:
“¿Loco, pero qué mierda hiciste, por qué no te tiraste?”.
“Porque los goles lindos, hay que mirarlos, maestro”, le respondió Gatti ante el asombro generalizado después de un clásico perdido.
Una más: previa de un Boca-Argentinos Juniors, cuando Maradona jugaba para los Bichos Colorados: en la previa, Gatti lanzó: “ese gordito no me mete un gol en la puta vida”.
Boca
Juniors 1981 jugaba con dos falsos 9, Diego y Brindisi y dos extremos:
Escudero y Perotti. Primera publicidad en la camiseta en Argentina.
Llegó el duelo en la cancha de Vélez y ese gordito no le metió un gol, sino cuatro. El Loco había asumido un riesgo innecesario pero en lugar de soportar la broma general dijo: “lo hice para motivarlo”.Además de un millón de anécdotas que cito por transmisión oral –información genética que le llamaba Menotti-, Gatti fue en Argentina el primero en usar publicidad en su camiseta–Jet- rosa y apretada al cuerpo, melena recogida con vincha y medias caídas, además de una bermuda apretada marcando culo. Todo esto hace cuatro décadas.
Pero más allá de las formas, conceptualmente era un fenómeno sin comparaciones porque partía del estilo Amadeo pero lo transformó estéticamente –para los puristas no hay nadie mejor que Carrizo-.
Hugo Gatti pudo jugar el Mundial 78’, era el titular por encima de Fillol –una bestia bajo palos- y Chocolate Baley –otro crack- pero una operación de rodilla fotografiada entonces por El Gráfico y algo de miedo, se rumorea, le hicieron bajarse de la gran cita.
Unos años antes había sido la figura albiceleste en un triunfo sobre la URSS bajo la nieve: con chándal ceñido y gorro de lana paró todo lo que pudo parar y más.
Genio y figura del fútbol-arte, de la estética y de la más orgullosa y omnipresente escuela argentina, aunque hoy quiera hacerse otra cosa. Recordémoslo con cariño y admiración porque fue un número 1.
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