Hace unos años, sólo genios como Totti y Djalminha o locos como Abreu se atrevían a tirar penaltis a lo Panenka. Pero de todas las panenkas que se han intentado, ninguna fue más sorprendente que la del portero nigeriano Ambruse Vanzekin.
La leyenda nace en la
tanda de penaltis del encuentro de cuartos de final del Mundial Sub-20
Holanda-Nigeria, en el año 2005. Después de que todos los jugadores de
campo hayan lanzado, llega el turno de los porteros. Y Vanzekin, con una
camiseta tres veces más grande de lo que le correspondería, se acerca
al balón y, con la tranquilidad de un veterano, pica la pelota sin
demasiada clase ni ortodoxia pero quedándose con todo el personal allí
presente. Para completar la faena, paró el siguiente disparo y la
victoria cayó de su lado.
Hoy en día, cualquiera que marque de panenka
consigue titulares y elogios de manera unánime. Mientras tanto, Vanzekin
se gana la vida en el modesto Warri Wolves FC de su
país. Es la gran injusticia del fútbol. La gesta más olvidada. Porque el
mérito de un penalti a lo Panenka no es el lanzamiento en sí, sino
tener la sangre fría de hacerlo en el momento más inesperado. Ambruse,
si alguien merece ser el sucesor de Panenka, ese eres tú.
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