Edgardo Gato Andrada era un porterazo. Injustamente para muchos pasó a la historia como el guardameta que encajó el supuesto gol número 1.000 de Pelé, pero en el Vasco da Gama
era todo un ídolo, algo que no era sencillo porque Edgardo era
argentino y de todos es sabida la rivalidad, más en lo futbolístico, que
existe entre Argentina y Brasil.
Andrada puede presumir de ser también el portero que más partidos ha disputado con la camiseta de Rosario Central,
su club de toda la vida. Solo ocho jugadores han vestido en toda la
historia la camiseta rosaria en más ocasiones que él. No era muy alto,
1.78, por lo que supo desde muy pronto que tenía que hacer de la
agilidad su fuerte, algo que supo explotar perfectamente y que lo llevó a
ser titular con Argentina.
Cuando nadie lo quiso en su pais, cogió la maleta y llegó a Vasco, equipo con el que logró hacerse con un Campeonato Carioca y con otro Brasileirao. Estuvo en activo 22 años, siempre siendo un jugador rodeado de carisma, siempre siendo querido hasta que se retiró.
Andrada volvió a su Argentina.
Quería disfrutar de todo aquello que se había ganado con tanto trabajo,
con tanto sudor y empezó a ganarse su sustento con sangre. Eduardo
Andrada se convirtió en torturador de la dictadura de Reynaldo Bignone, último presidente del régimen militar que gobernó en Argentina de 1976 a 1983. Ya no era el Gato Andrada, pues su nombre en clave pasó a ser Antelo. Del mismo modo que siempre cumplió con su trabajo en lo deportivo, también quiso hacerlo en su nuevo cometido.
En mayo de 1983, Antelo participó en el secuestro y
asesinato de dos militantes peronistas formando parte de un comando
armado con otros compañeros que trabajaban a sueldo de los militares.
Uno de ello denunció años más tarde a Andrada, llevándolo ante los
tribunales.
Su historia era tan desconocida como terrible: Andrada comenzó su
participación en los grupos de tareas que secuestraban personas mientras
jugaba en Colón de Santa Fe y en Renato Cesarini de Rosario, entre 1977 y 1982. Los domingos actuaba en Primera División y en la semana ofrecía sus servicios a las fuerzas represivas que se movían fuera de la ley. Era portero y torturador.
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