El fallecido novelista Gabriel García Márquez, también fue portero de fútbol. El más
universal de los colombianos, fundó su relación con el deporte cuando de
niño, en las calles de su natal Aracataca, volaba, como lo hacen los
guardametas, para detener pelotas de trapo.
Pero si en algún
momento de esa infancia Gabo pensó en ser futbolista, todo acabó cuando
empezaron a jugar con un pesado balón reglamentario, con el cual sufrió un pelotazo muy potente y lo dejó sin aire al castigarle con
violencia en el estómago. Peor para el fútbol. ¡Gol a favor del periodismo y la literatura!.
El
impacto psicológico debió ser tan fuerte como el dolor del balonazo
pues en los años siguientes sus amigos lo apodaron 'el Viejo' por su
seriedad y aversión a practicar el fútbol como portero, aunque todo cambió al arribar a
los 23 años y convertirse en seguidor furibundo del Atlético Júnior de
la caribeña ciudad de Barranquilla.
Tiempo después, ya como periodista del diario barranquillero "El
Heraldo", García Márquez incursionó en la crónica deportiva
cubriendo los partidos del club de sus amores. Una de sus notas más recordadas de esa época, titulada "El
juramento", relata lo que vivió en el estadio "Romelio
Martínez" de Barranquilla en un partido entre Junior
y Millonarios de Bogotá, que en los años 50
era considerado como uno de los mejores equipos del mundo.
"Entonces resolví asistir al estadio. Como era un encuentro más sonado
que todos los anteriores, tuve que irme temprano. Confieso que nunca en mi vida
he llegado tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan
agotado", relató aquella vez en "El Heraldo" en
una nota en la que plasmó su admiración por el argentino Alfredo Di
Stéfano, que jugaba en Millonarios después de su paso por River Plate
y antes de triunfar en el Real Madrid.
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