Juan Pablo II logró que
los habitantes de su país, Polonia, lo vieran prácticamente como un
santo. El catolicismo, que llegó a superar el 90% de practicantes, se
extendió por una región que quería dejar atrás el comunismo alentado por
un capitalismo que quería instalarse con fuerza.
Allí nació Artur Boruc,
que tuvo la fortuna de defender durante cinco temporadas la meta del
Celtic de Glasgow, equipo fervientemente católico. Al polaco le
advirtieron que en la Old Firm (los derbies entre
Celtic y Rangers) está completamente prohibido hacer ningún tipo de
gesto religioso, algo que Artur prefirió obviar.
Boruc se santiguó en cada ocasión que se
acercó al fondo en el que se encontraban los seguidores del Rangers
(protestantes) provocando el enfado de la Federación Escocesa de Fútbol y
el respaldo público de la Santa Sede, que llegó a emitir un comunicado
en el que decía no entender que el jugador pudiera expresarse con
libertad.
Sancionado, Boruc quiso seguir
demostrando su fe. Así que un año más tarde, en 2008, tras el pitido
final de un nuevo Old Firm, decidió despojarse de su camiseta de portero
para dejar ver otra de Juan Pablo en la que podía leerse Dios bendiga
al papa.
La polémica le seguiría hasta la
Fiorentina, donde dejó de hacer este tipo de manifestaciones, hasta su
llegada al Southampton. Luego, problemas relacionados con su mujer,
provocaron que el apelativo de el portero santo fuera disminuyendo.
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